No falta la representación musical de nuestro siglo XXI, con la imaginativa y sugerente Clepsydra de Mario Lavista (1943) —sólida e interesante creación de un compositor merecidamente asentado en los circuitos internacionales de música actual—, Ínguesu de Enrico Chapela (1974), transcripción musical de un evento futbolístico presentada como primicia discográfica, o la Sinfonía nº 2 de Federico Ibarra (1946), obra en un movimiento cuyo contenido musical responde al título de Las antesalas del sueño.
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